Queremos
hablar del “campo” como invitación a volver a
él, a caminar, mirarlo de cerca, y pensar sobre él.
Lo que todos conocemos como “paisaje” es una parte de
todas aquellas que forman permanentemente nuestra personalidad.
Los que han estado muchas horas de trabajo en el campo tienen en
si una huella distinta de aquellos que lo recorren en un breve paseo
de recreo o de los que lo usan para reencontrar su voz, como los
poetas. El espacio es el mismo, pero lo vemos de distinto modo.
Pero esto del “campo” de Romanillos es una pequeña
parte de un territorio mayor y si no se mira al conjunto a vista
de pájaro, no se entenderán nuestros pequeños
rincones.
Al mismo tiempo, es necesario no olvidar la evolución de
las cosas: el paisaje actual, no siempre fue así, procede
de numerosas transformaciones a lo largo de la historia, por ejemplo
las redes de calzadas romanas y cañadas, vertebrando el espacio
pero integrados en el paisaje sin distorsionarlo. O el aspecto etnológico
que muestra cómo el hombre ha ocupado y utilizado su entorno,
con sabiduría e intuición, desde la observación
de los fenómenos y la compenetración con los ciclos
naturales, como el uso exclusivo de los materiales autóctonos
y el reaprovechamiento de los resíduos.
La concentración parcelaria es uno de los
fenómenos que más cambios ha traido en el paisaje
y las formas de vida, pues trajo el necesario progreso al campo
pero con el alto precio de la emigración a la ciudad, fenómeno
hoy imparable si la humanidad no se plantea seriamente las direcciones
de la economía.
La perdida de calidad de vida en las ciudades explica el retorno
al campo en el tiempo libre, a por este reencuentro con
“lo natural” de fuera como vía a lo “natural”
de dentro de cada uno de nosotros. PERO esta visión idílica
no puede ocultar la mirada crítica de la ecología:
los efectos del hombre y sus actividades en el entorno.
Hoy, cuando se discute la eficacia y la rentabilidad de las energias
alternativas, , se cuestiona el modelo de agricultura, se plantea
la necesidad de infraestructuras, carreteras pero se teme por la
destrucción del entorno, ¿somos ahora capaces de integrar
nuestras carreteras, viviendas, máquinas e instalaciones
del progreso tecnológico en el entorno, respetándolo?
¿Es posible el desarrollo sostenible? Creemos que si, con
investigación, con educación y conocimiento de los
recursos y las necesidades.
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